SI...
El título de este artículo, "Si", es tan corto que es fácil pasarlo por alto, pero pocas palabras tienen tanto peso en la imaginación católica. Estas dos simples letras tienen el potencial de lanzar hermosos sueños o plantar semillas de dudas destructivas.
En el lado positivo, la palabra "si" abre posibilidades, como decir: "Si trabajo duro, puedo tener éxito". Fomenta la esperanza y estimula la creatividad, como preguntarse: "¿Y si lo hiciéramos de esta manera?" Motiva la acción al resaltar las recompensas, como un maestro que le dice a su alumno: "Si estudias, aprobarás el examen". Y sugiere un resultado prometedor, como si yo predijera: "Si está leyendo este artículo, probablemente sea un discípulo de Jesús".
"Si" es el tipo de palabra que enciende los sueños: si confío en Dios, tal vez Él se encargue de todo. Nos invita a imaginar lo que Dios podría hacer si tan solo nos atreviéramos a confiar y entregarnos a su voluntad. Considere el Evangelio de Mateo, donde Jesús dice: "Si tienes fe del tamaño de un grano de mostaza, nada te será imposible" (Mateo 17:20). Esa pequeña palabra, "si", nos anima a creer en lo milagroso y a confiar en que Dios puede hacer maravillas incluso a través del más pequeño acto de fe. No exige la perfección, pero presenta muchas posibilidades esperanzadoras.
Sin embargo, hay otro lado del "si" que puede ser peligroso. Cuando se usa con duda o vacilación, el "si" se convierte en una piedra de tropiezo. Durante este tiempo de Cuaresma, se nos recuerda que Jesús fue tentado en el desierto por Satanás con la palabra "si" (Mateo 4):
- "Si eres el Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan".
- "Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo".
- "Todo esto te daré, si te arrodillas y me adoras".
El uso de "si" por parte de Satanás no se trataba solo de probar el poder de Jesús, sino de tratar de sembrar dudas sobre la identidad misma de Jesús como Hijo de Dios. Esa es la misma táctica que el enemigo usa contra nosotros hoy en día, con el objetivo de hacernos cuestionar quiénes somos a los ojos de Dios. Pero Jesús resistió valientemente estas mentiras basadas en el "si". Conoció y abrazó plenamente su identidad como Hijo de Dios y permaneció cimentado en su misión, unido a su Padre y al Espíritu Santo.
En los momentos de prueba, también nosotros nos enfrentamos a la tentación de cuestionar el amor o el plan de Dios: «Si Dios es bueno, ¿por qué estoy sufriendo?» Somos seres humanos falibles; nuestra fe a menudo se pone a prueba en tiempos difíciles. Pero nuestra fe nos llama a ir más allá de estas dudas, confiando en el propósito mayor de Dios incluso cuando no lo entendemos completamente.
Así como Satanás tentó a Jesús a dudar de su propia identidad, nosotros también podemos ser atraídos a creer una mentira engañosa acerca de nuestra identidad. Pero no hay un "si" en nuestra imponente identidad: todos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Somos hijos e hijas amados de Dios. Y aunque somos pecadores, Jesús vino a perdonarnos y salvarnos de nuestros pecados. Confiamos en esa promesa. Nuestra fe se basa en esa verdad.
He visto a demasiadas personas aceptar la mentira sobre su verdadera identidad. Esa mentira a menudo se planta sutilmente a través de narrativas internas como, no puedo ser realmente el hijo o hija amado de Dios porque no soy lo suficientemente inteligente, no soy lo suficientemente bueno, no soy lo suficientemente santo, no soy atractivo, no soy atlético, no soy popular, no soy agradable... o peor aún, no soy digno de ser amado. Nos bombardean a diario con mentiras sutiles sobre nuestro valor, en las redes sociales, en las relaciones e incluso en nuestros propios pensamientos. Pero la verdad de Dios es inquebrantable: tú eres Su amado. No hay un "si" al respecto. Cuando rechazamos esa mentira básica y vivimos a la luz de nuestra identidad como hija o hijo amado de Dios, estamos en el camino hacia el verdadero gozo y la salvación.
Le invito a eliminar todas y cada una de las dudas sobre Jesús y sobre usted mismo. Dios nunca dice, solo te amaré "si" eres perfecto. El amor y la misericordia de Dios para usted son incondicionales.
Así que, a medida que caminamos a través de esta temporada de Cuaresma, rechacemos el "si" de la duda y abracemos la certeza del amor de Dios. Ore por la fuerza para ignorar el "hablar" negativo y centrarse en las verdades positivas. Con claridad y convicción, proclamamos que Jesús es Dios. Solo Él es digno de nuestra alabanza, honor y gloria. Él es nuestro Salvador a través de Su vida, sufrimiento, muerte y resurrección. Él ha ganado la victoria sobre la muerte y ofrece la vida eterna a todos los que creen en Él y lo siguen.
Usted es un hijo amado de Dios. Cuando se trata de Dios y del amor divino que se nos da gratuitamente a todos nosotros, ¡no hay ningún "si" en absoluto!